SOBRE MIS LIBROS

La primera edición de este libro de poesía se publicó en 1983. No pocos me han preguntado por su título. En verdad, fue fruto de una vivencia que había experimentado diez años antes, en Buenos Aires. En una esquina, mientras esperaba el cambio de luces para cruzar la Av. Córdoba, noté a algunas personas que, de rodillas, en cuclillas, agachadas, miraban por entre las rejillas de una cloaca. Yo no pude resistir la tentación de acercarme al oír sus comentarios. Lo que vi, me horrorizó. A partir de esa vivencia escribí un poema que, de alguna manera, explica la razón del título. Pero, por algún extraño motivo, este poema desapareció durante el proceso de producción del libro, y recién se recuperó en Montevideo, en 1986.

El cadáver de un bebé
flotando
en el péndulo atroz
de la barbarie

imagen
que aún alimenta espanto
y así, de reavivarlo
pierdo la sed
en simas
donde leyes de gravedad
no existen

y soy máquina doblegada
por fenómenos físicos,
ciego subproducto
con memoria de voces

rota
desarticulada
escindida,
máquina que canta
y respira

Al cumplirse 20 años de la edición príncipe, Nordan reunió en un volumen las tres partes de La máquina escindida. Yo aproveché la ocasión para corregir erratas e incorporar una serie de poemas inéditos que había escrito durante mi segundo invierno nórdico, cuando aún estudiaba sueco en un instituto en las afueras de Estocolmo. El poema «Regreso a noviembre» reproducido junto con la presentación de este volumen pertenece a esta serie.

Los poemas recogidos en este libro los escribí en Estocolmo, a principio de los noventa, salvo algunos como el que le da el título, escrito en Gotemburgo entre sueño y vigilia. Hay otras excepciones, como un poema de fines de los setenta, que no había incluido en mis libros anteriores. Se trata de un encuentro con una persona que en Uruguay llamaríamos un bichicome:

Un hombre se ha sentado frente a mí,
la rusa con quien hablo, me dice
Usch, jag orkar inte! y se levanta y se va,
y oigo a otros repetir el mismo gesto:
todo el vagón del metro se muda
cuando él se instala con sus olores rancios,
orines sin tiempo ni memoria, alcoholes
que exhuman un viaje sin regreso

Jag sitter kvar, le digo a la espalda
de la rusita y me quedo,
me quedo por curioso, me quedo
a pesar de la rusa y tal vez
contra los otros, me quedo
porque sí, porque no entiendo,
porque mis neuronas son torpes
o quizás miopes, me quedo
en la nube ácida en que se envuelve,
me quedo para ver en sus ojos una señal
en la que pueda reconocerme,
me quedo mientras recuerdo
cuando yo apestaba como él
y mi aspecto era una piltrafa,
pero claro, a mí, me redime la tortura
y hasta puedo hacerme pasar por héroe,
y esconder las manos, cerrar
las narices, los ojos y la lengua
para no verlo
para no verme
aquí, en su Estocolmo
en un mundo que ha dejado
de pertenecernos.

No creo que sea exageración afirmar que una de las cosas que más echaba de menos en mis primeros años en la capital sueca era caminar por la orilla arenosa del mar contemplando el horizonte. Gracias a una familia amiga muy querida pude, ya a principios de los ochenta, reencontrarme en Gotland con aquel paisaje de mi niñez. De ahí la serie de textos con que fui llenando cuadernos durante mis frecuentes visitas a esta hermosa isla. Finalmente me decidí por publicar una parte de cuanto había escrito a la sombra de los raukas y presentarlo en Andanzas.

En un viaje por Perú y Bolivia escribí los poemas que he reunido, primero en Vertientes y, recientemente, en Memoria de los Andes. Volví sobre el tema impulsado por la enorme difusión que tienen los nostálgicos de sistemas imperiales quienes propagan exitosamente en la Península la supuesta obra civilizadora de España en el “Nuevo Mundo” y niegan el gigantesco genocidio padecido por los pueblos originarios de América.

Los imperios son víctimas de la insidia
de los mediocres, postulan los nostálgicos
del cesarismo, y afirman que Bartolomé
de las Casas miente, que la Leyenda Negra
es un producto de la envidia de los débiles
hacia los poderosos. Silencian
el exterminio de los que resistieron,
la esclavitud de los vencidos,
silencian la destrucción de ciudades,
pueblos y aldeas, silencian
la riqueza saqueada durante siglos
mientras sueñan con resucitar
la corte imperial de los Habsburgo.

Quizás lo más siniestro de todo esto sea que intelectuales como Mario Vargas Llosa o Fernando Savater, y políticos como Felipe González o José María Aznar, se unan a Alejo Vidal Quadras, fundador del partido ultraderechista Vox, para promover entusiasmados a la autora de Imperiofobia.

A finales de los años ochenta me inscribí en el Departamento de Literatura de la Universidad de Estocolmo y, más tarde, en el Departamento de Español y Portugués donde finalmente defendí mi tesis doctoral, Ficcionalidad & ideología en trece relatos de Jorge Luis Borges (2000). Más de una vez me han preguntado la razón de haber elegido un escritor argentino en vez de, por ejemplo, un uruguayo. La razón es sencilla: elegí a Borges pues mi primera intención era estudiar un escritor latinoamericano que tuviera relación con el mundo nórdico. ¿Y quién mejor que Borges podía serlo?

Borges fue el introductor en el universo castellanohablante de las sagas islandesas y de la obra del teólogo y visionario sueco Emanuel Swedenborg. El interesado puede ver, por ejemplo, un par de ensayos que escribí sobre este tema: «La introducción de J. L. Borges en Suecia y la huella escandinava en su obra», en Moderna Språk, vol 93:1. Rydaholm; «La presencia de Swedenborg en la obra de Borges», en Dactylus. Revista de Literatura, Cultura y Lingüística. Universidad de Texas. Austin. Número XIX; «La degradación de Swedenborg en el discurso borgeano» (https://letralia.com/ed_let/borges/ensayo/pineyro.htm); también un ensayo en sueco: «r Syd och Nord möts i Jorge Luis Borges författarskap», en G. Ransbo (red.) Saga och Sanning. Berättandets konst och berättelsens budskap. Uppsala universitet.
(http://www.diva-portal.org/smash/record.jsf?pid=diva2:43140).

Mi estudio derivó, sin embargo, hacia otra dirección. Con el propósito de examinar la relación entre discurso literario e ideología, me dispuse a analizar la representación de tres figuras en las ficciones borgesianas: la figura de la mujer, la del traidor y la del héroe.

Como es sabido, el arte del narrador argentino se orientaba por la concepción estética que postula la autonomía del arte, véase por ejemplo, mis ensayos «La crisis de la ética modernista en Jorge Luis Borges», recogido en Juan Wilhelmi (red.) Ética y literatura en el pensamiento hispánico. Heterogénesis. Lund (http://www.diva-portal.org/smash/record.jsf?pid=diva2:43149); o en noruego, «Estetikk, etikk og ideologi i Borges’ nordiske horisont». Agora. Journal för metafysisk spekulasjon, nr 4. H. Aschehoug & Co. Oslo (https://www.idunn.no/agora/2010/04/estetikk_etikk_og_ideologi_i_borges_nordiske_horisont).

Pero a pesar de su consecuente defensa de la especificidad estética de la literatura, los relatos de Borges manifiestan una contaminación ideológica cuando en ellos se degrada al héroe y se rescata al traidor o cuando la figura femenina desempeña funciones asociadas a principios negativos; véase, por ejemplo, mis ensayos: «El bien y el mal en el discurso narrativo de Jorge Luis Borges», en Moderna Språk vol. 90:2. Rydaholm; «El rescate del traidor en La forma de la espada”», en Studia Neophilologica. Vol. 70:2. Uppsala (https://es.scribd.com/document/351508243/Juan-Carlos-Pineyro); «Homosociabilidad y femicidio en La intrusa”, de Jorge Luis Borges», recogido en Antología de textos y aproximaciones analíticas al texto literario. Studentlitteratur. Lund; «La femineidad representada en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius de J. L. Borges», en Mujeres en poder de la palabra. Red HAINA. Instituto Iberoamericano. Göteborg universitet.

La literatura y el compromiso del autor ha sido desde siempre tema controvertido. Por mi parte, pienso que el escritor, lo quiera o no, siempre se compromete (aunque no lo haga en el sentido sartreano). Así he tratado de demostrarlo, por ejemplo, en «La imposibilidad de una literatura no comprometida», recogido en J. Wilhelmi & I. Enkvist. Literatura y compromiso. Études Romanes. vol 70. Lunds universitet (http://www.diva-portal.org/smash/record.jsf?pid=diva2:43144).

Asimismo, creo haber demostrado la dimensión ideológica presente en el discurso literario de Vargas Llosa en mis ensayos «La construcción de la alteridad en Lituma en los Andes», en Studia Neophilologica nro. 86. Routledge. London (https://doi.org/10.1080/00393274.2014.933662); «Ideología y compromiso en la representación de la alteridad: los jíbaros en La casa verde de Mario Vargas Llosa», en Studia Neophilologica nro. 80:1 99-119. Routledge. London (https://doi.org/10.1080/00393270802082994); «Alteridad y estrategia discursiva en El hablador de Mario Vargas Llosa», en Cartaphilus. Revista de Investigación y Crítica Estética. Vol. 4. Univ. de Murcia. España (https://revistas.um.es/cartaphilus/article/view/45801).

En los análisis de estas tres novelas del escritor peruano, los indígenas aparecen representados como seres crueles e irracionales, más cerca de las fieras que de los seres humanos. Tanto el narrador del Vargas Llosa marxista de La casa verde como el narrador del Vargas Llosa neoliberal de El hablador coinciden en difundir una visión negativa de las culturas autóctonas. Una explicación posible quizá sea que el marxismo al igual que el liberalismo postulan el desarrollo económico como condición sine qua non para conseguir el bienestar social. De ahí que ambas ideologías consideren a las culturas ‘‘precapitalistas’’ como un símbolo de primitivismo extremo que deben desaparecer incorporándose a la cultura occidental.

A principios del nuevo milenio yo dictaba clases de Literatura y de Cultura en el Departamento de Lenguas Románicas de la Universidad de Uppsala. Dado que los materiales que se empleaban para presentar el desarrollo de las sociedades de América Latina habían sido escritos desde el punto de vista europeo, comencé a escribir Hispanoamérica desde la alteridad con la intención de rescatar la perspectiva de quienes han sido ignorados por la historiografía oficial, es decir, los pueblos originarios y las mujeres de la América que estuvo bajo la hegemonía del universo cultural español desde 1492. De ahí la razón del título.

La tarea no fue nada fácil pues me vi obligado a ampliar y profundizar mis conocimientos de la historia y de las culturas americanas. Me llevó años de estudio realizarlo. Y tuve muchas sorpresas, no siempre agradables. Por ejemplo, que en una obra editada por la Real Academia (española) de Historia se afirmara que el genocidio es un mito, que los taínos (habitantes originarios del Caribe) murieron porque orgánica y estructuralmente eran muy débiles (Demetrio Ramos en su obra Genocidio y conquista: viejos mitos que siguen en pie); o que en una obra didáctica sobre América Latina dirigida a estudiantes extranjeros de español se presentara a los pueblos autóctonos como “subraza amerindia” y se sostuviera que el “rápido descenso demográfico” de los indígenas se debió a “desgana vital, suicidio, alcoholismo, toxicomanía, esterilidad e impotencia” (Germán Vázquez & Nelson Martín Díaz en Historia de America Latina, p. 118. SGL); o encontrar a Octavo Paz, poeta y ensayista admirable, entre los negacionistas del genocidio, véase por ejemplo mi ensayo «La leyenda rosa en el laberinto de Octavio Paz». (http://www.naua.se/Mexico07/Pub/Documentos/J_Carlos_Pineyro_P.pdf).

Escribir este libro significó alejarme de la poesía, pero del resultado final no podría lamentarme: Hispanoamérica desde la alteridad ha estado en la bibliografía de los cursos de Español en varias universidades de Suecia.