Sergio Altesor Licandro (Montevideo, 1951) publicó tempranamente en las revistas Los huevos del Plata, El lagrimal trifurca y Nocolombus. Encarcelado en 1971 por sus actividades políticas, escribió su primera colección de poemas ―Río testigo (Ediciones de la Banda Oriental, 1973)― entre el penal de Punta Carretas y la cárcel militar de Punta de Rieles. En 1976 fue deportado a Europa y se estableció en Suecia, donde estudió en el University College of Art, Craft and Design, fue docente de dibujo experimental y grabado en la escuela de arte Konstskolan y mantuvo una intensa actividad como artista visual. Allí publicó Trenes en la noche (Nordan, 1982; ilustrado con xilografías del autor) y Archipiélago(Siesta, 1984).
En lengua sueca aparecieron en ese país su cuento largo Det stora svarta (Malmöboken, ABF, 2006) y Telegrambyrå(Poesía con C, 2008).
En Uruguay publicó las colecciones de poesía Diario de los últimos días del archipiélago(Vintén Editor, 1995), Serpiente (Vintén Editor, 1999; Premio Municipal de Poesía y Premio Nacional de Literatura) y El sur y el norte (Yaugurú, 2012; Premio Nacional de Literatura). A su novela Río Escondido (Fin de Siglo, Montevideo, 2000; Premio Posdata 2000) le siguieron las novelas TAXI(Estuario, Montevideo, 2016; finalista al Premio Bartolomé Hidalgo de ese año) y El café del griego. Un estudio de la luz (Estuario, 2018). Cuadernos de dibujo (1978-1993) (Yaugurú, 2020), una extensa selección del contenido de 25 cuadernos de dibujo combinados con poemas y fragmentos es su último libro publicado.
En el silencio duerme el otro. En el silencio el otro viaja por Ma dagascar. En el silencio el otro tiene poderes mágicos. El otro en el silencio existe. El otro en el silencio es el silencio. En el si lencio el otro absorbe todos los pensamientos. El otro en el silen cio está escondido, camina por los recovecos sin forma de un presente invisible. El otro en el silencio es invisible. En el silen cio el otro es muy visible. En el silencio el otro es bello, lumino so, feliz, casi abstracto. En el silencio el otro es otro. El otro en el silencio nos olvida, tiene nuevos amigos, nuevos amantes, se toma vacaciones en un verano largo. En el silencio hay un suje to que piensa en el otro. En el silencio del sujeto el otro es predi cado. El otro en el silencio es un largo predicado con infinitos complementos circunstanciales de lugar. El predicado que el o tro es en el silencio tiene un solo complemento circunstancial de tiempo, que es el presente del silencio en que el sujeto piensa en el otro.
Cae la noche sobre la enorme almohada de vapor de agua que cubre la ciudad. Luego empieza a llover. Los gotero nes se descuelgan de nubes esponjosas y corren por los pa tios de hormigón quebrado, los patios apretados entre los muros de los apartamentos interiores, corre el agua sobre los charcos negros de otra lluvia anterior, sobre basura des compuesta y bolsas plásticas, sobre cáscaras de fruta y hue sos que los perros no terminaron de roer. Y de todo ello su be el olor podrido de los ángeles, el de los seres incoloros que se quedaron a aguantar la última noche, la última ma drugada, la última muerte, la última mirada, el último silen cio sin que nadie los viera, nadie les hablara, nadie notara su presencia. Pero ellos llevaron la comida, hicieron las lla madas, consiguieron las sillas, tendieron las camas, abriga ron con mantas a los que temblaban y apretaron las manos ciegas y perdidas. Mientras tanto este río de basura fluía por las calles, las cunetas, las orejas de los perros sarno sos, los ojos de los ciegos. Y la esponja de la noche, llena de lluvia negra, absorbía todo el veneno que destilaba Dios. Los hombres aquí abajo se ocultaban como podían de su furia eterna.
La muchacha griega tenía una voz azul en el altoparlante u na voz como aquella aquellos días en que los refugiados griegos mostraban fotos de los tanques por las calles de A tenas les mostraban las fotos a los refugiados chilenos ar gentinos brasileños uruguayos turcos sentados en los ban cos de madera la muchacha griega de pelo negro largo gol peaba las palabras en el tambor azul del aire lleno de hu mo en un mundo donde todos eran refugiados pequeñas is las vidrios moleculares en la implosión del mundo la mare a del mundo en aquella pequeña ciudad sueca aquella pri mavera cuando todos miraban esas fotos miraban esa voz de terciopelo amargo algunos creían que el humo de los ci garrillos los bancos de madera eran al fin un sitio sin es combros la tierra firme de un hogar.
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